sta
mañana, Raúl no ha dudado en ponerse el “horrible” pantalón
que Samuel le regaló en Navidad, y saltarse todos sus cánones de
estilismo; recorrerse siete estaciones de metro hasta donde sabe que
Samuel se escapa, y pisotear la escombrera que da acceso a la calle
principal del poblado. Lo que sea con tal de llevarlo consigo a casa.
Ha soportado las miradas amenazantes de los “sheriffs”, y las desafiantes de “las coristas”, que es como él llama a los habitantes de aquel barrio “invivible”. Al fin, lo ha encontrado tumbado en un sofá destartalado, y con un cigarrillo apagado en la boca.
Ha soportado las miradas amenazantes de los “sheriffs”, y las desafiantes de “las coristas”, que es como él llama a los habitantes de aquel barrio “invivible”. Al fin, lo ha encontrado tumbado en un sofá destartalado, y con un cigarrillo apagado en la boca.
“Llevo
puesto el pantalón, tú ganas”.
Lo ha
besado amargamente.
E.Q.B.
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