e apetece que llegue el
invierno, ver caer la lluvia y explotar el agua sobre el suelo. Ver los
charcos, y más agua en ellos. Las gotas escurriendo por los cristales. Limpiar
el vaho que de repente me empaña la visión. Coger mi chaqueta de lana por los cuellos
y abrazarme a ella. Saber que tengo una manta encima del sofá, y que me espera.
Y una luz en la rinconera y un libro sobre la mesa. Y un reloj. Y contar las
horas que me quedan para que me llames: “muñeca, ya voy”. Saber que vienes. Me
apetece saber que vienes esta tarde, como todas las tardes. Y mientras te
espero escribo un relato; de los cortos, de los tuyos. Voy a preparar café para
mi, a ti te compré esa cerveza oscura que huele tan fuerte y que te guasta
tanto. Ni el nombre me sé. Ya queda menos. Ya te huelo. Ya te oigo. Antes de
que llames te abro la puerta. Abre los brazos amor, deja que me enganche a ti,
que te bese el cuello y aproveche para decirte: “menos mal”. Y deja que
recuerde que esto mismo lleva ocurriendo desde hace 35 octubres. Porque las
promesas hay que cumplirlas. Y por eso te espero, cada tarde, desde hace 35
octubres.
E.Q.B.
E.Q.B.
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