Cambió su lujosa vida de bróker
por la de ermitaño, tras conseguir el puesto vacante en una ermita de los Alpes
suizos.
En su nuevo trabajo no había calefacción, ni agua corriente, ni internet y por supuesto, no tenía sueldo.
En su nuevo trabajo no había calefacción, ni agua corriente, ni internet y por supuesto, no tenía sueldo.
Llevaba un año sobreviviendo en
aquellas condiciones y, definitivamente, era su ideal de vida.
Lejos quedaban el estrés de los
números y las vueltas de silla giratoria, y desde hacía cinco meses tampoco se
le aparecía la lucecita amarilla que alumbraba las latas de cerveza del
frigorífico. Sin embargo, Ramón aún soñaba con porciones de pizza.
E.Q.B.
E.Q.B.
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