l suyo no era un amor quinceañero,
¿o si? ¿Quizá un amor maduro? Puede ser. Era un amor eterno, sin duda, del de
siempre, del de toda la vida, del de todas las vidas. Porque se conocían desde
el principio de los principios, y se amaban igual. Y en cada vida se habían
encontrado. Solo que ésta los pilló a contrapié. Con sus historias mundanas ya
hechas. Con sus raíces echadas en otro bosque,
derramando su savia sobre otras hierbas. Y se les vino encima. No
supieron distinguir su amor verdadero de esos otros amores. No quisieron. Demasiado
dolor, ¿valía la pena? ¿Y si se fallaban de nuevo, como antes, como en aquel
entonces en que no se dijeron nada pudiéndose decir todo, cuando eran libres? Les pesó tanto esa balanza
que decidieron comprenderse, perdonarse, y correr cada cual su camino con la
esperanza de reencontrarse libres en la próxima
vida; les pesó tanto esa balanza… que en ésta se dejaron escapar, y se
perdieron.
E.Q.B.
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