a kioskera
desarmó ese paquete extraño y palpó la bombilla. Su mente comenzó a dar
significado a aquello y a las palabras pronunciadas por Roberto. Él seguiría
siendo su luz.
Roberto, ya de regreso en su casa, comenzó a empaquetar las cuatro cosas que le acompañarían en el viaje. Sitio especial hizo para su nueva pipa aún no estrenada. Los libros los guardó en las cajas que tenía preparadas para ellos. Acarició el billete y lo metió en el bolsillo exterior del macuto de mili que aún conservaba. Y poco más, porque la ropa la llevaba casi toda encima. Recordó coger el cuchillo. Y el plato también ¿por qué no?
Roberto, ya de regreso en su casa, comenzó a empaquetar las cuatro cosas que le acompañarían en el viaje. Sitio especial hizo para su nueva pipa aún no estrenada. Los libros los guardó en las cajas que tenía preparadas para ellos. Acarició el billete y lo metió en el bolsillo exterior del macuto de mili que aún conservaba. Y poco más, porque la ropa la llevaba casi toda encima. Recordó coger el cuchillo. Y el plato también ¿por qué no?
Sacó las cajas
de libros al descansillo y sobre ellas escribió: “ENTREGAR EN EL KIOSKO DE LA
ESQUINA. ME INTERESARE POR ELLOS”. Tenía que confiar en los vecinos.
Había llegado
el día. El Lusitania le esperaba en un andén, el que fuera, le daba igual. Se
imaginaba entrando por la estación de Chamartín y escuchar a un speaker por un
altavoz: “ Trenhotel Lusitania, estacionado en vía cinco, a la espera de Don
Roberto Bustamante para efectuar su salida.”
Bajó las
escaleras de dos en dos. En la calle llovía. Resbaló al salir, casi se cae.
Llevaba en la mano el euro cincuenta que le costaba el metro. Lo tenía cerca. Se
subió y al sentarse observó que la chica de al lado leía un tríptico del Trenhotel
Lusitania. ¿Coincidencia, casualidad,
destino? La observó bien. Morena, pelo
rizado, gafas, ni gorda ni flaca. Ni mochila ni maleta.
-Perdona, me
llamo Roberto y en una hora voy a estar dentro de ese juguete.
-¿Cómo dices?
-Que en menos
de una hora me voy a montar en ese tren.
-¡Ah! Yo también.
En el Lusitania, sí. Tengo muchísimas ganas.
-¿Y tu
equipaje?
-Lo necesario
lo llevo en mi bolso. Voy de aventura. Ni siquiera mochilera.
Ahora, la voz
del speaker cambió en su cabeza: “A la espera de Don Roberto Bustamante y
compañía”
-Por cierto,
¿cómo te llamas?
-Arantxa
-Yo Roberto. Ya te lo había dicho.
-¿Ah, sí? Perdona, estoy ocupada.
-Y yo nervioso.
Buff, esto promete y estoy en el metro.
E.Q.B.
www.renfe.com/viajeros/viajes_internacionales
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