jueves, 15 de junio de 2017

A Jugar...

Niños jugando al churro España años 60 (http://irreductible.naukas.com/)
P

or entonces ya había actividades extraescolares. La verdad es que no se distinguían unas de otras, porque todas se llamaban igual: ir a jugar. Solo las diferenciaba el sitio: jugar en el patio, jugar en el parque, en la playa, en el pueblo, en la era….Ir a jugar.

“Mamá, me voy a jugar”.

“No vegas tarde y llévate el bocadillo”

Y ya estaba todo dicho.

El no vengas tarde de mamá ya estaba convenido de antemano; todos sabíamos que significaba antes de la cena. Y el bocadillo era sagrado, porque correr, saltar, montar en bici o nadar, daba hambre.

¡Y la palabra jugar era tan, pero tan mágica! Suponía reunión de “colegas” con ganas de pasarlo bien. La competitividad estaba servida desde el primer momento, pero esa palabra ni se conocía; el yo gano porque tú pierdes significaba otra cosa. Al líder se le respetaba porque era el mejor, y si aparecía otro mejor que el mejor, se le seguía y punto. Había peleas, claro que las había, y enfados a montones, que se curaban al día siguiente con un ¿sales a jugar?

Y “fulanito” miraba a “menganita” y “menganita” a otro “fulanito”,  y ya estaba el lío.

Y así una tarde, y otra, y otra. Y siempre tardes diferentes. Y veranos eternos que se hacían cortísimos, y horas de veinte minutos. ¡Y qué pronto llegaba la hora de la cena! ¡Oh, Dios mío, qué pronto se hacía de noche a las diez y había que meterse en casa!

¡Y cómo año tras año todo ha ido creciendo! También los miedos, las frustraciones, las insatisfacciones.

Y de repente ya no jugamos: entrenamos; ensayamos.

 Y las menganitas y los fulanitos nos miramos a través de pantallas sentados en el sofá cuando las actividades extraescolares nos lo permiten, porque mamá y papá ya nos han recogido de la última extraescolar donde nos dejaron los abuelos.

Todo sigue yendo deprisa pero…  antes, hasta que anochecía, nosotros jugábamos ¿y los padres?, ¿y yo qué sé lo que hacían los padres? Ahora, cuando anochece, estamos hartos de dar vueltas en el coche para aparcar después de las tres extraescolares en las que he tenido que volver a acatar las órdenes que me daba un mayor. Mientras, papá y mamá juran y perjuran que es la última vez que me recogen, y se echan la culpa de lo estresante de nuestra vida.

Y yo sólo quiero jugar, sólo quiero obedecer las reglas del juego, porque para mí, eso es SER LIBRE.

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