En el
aeródromo, Roy contaba las horas que quedaban para que se acabara el día. Era
el último de su mitad de siglo. Mañana
cumpliría cincuenta. LOS CINCUENTA…¡La Madre de Dios!
Al
pensar en esto, se le vinieron a la mente aquellos dieciocho. Parecía que no
llegaban nunca. Revisó las decisiones que había tomado desde entonces, en sus
miles de horas de vuelo, en los miles de rumbos tomados en todos los sentidos. Sin
querer, hizo un nuevo repaso de su vida:
Fuerza…¡Vamos!
Volar es lo que he hecho, y lo he hecho con ganas.
Esperanza….
Vivir no podía ser sólo lo respirado.
Lucha….
Conmigo, con todos. Contra mí, contra todos.
Ideales….
Siempre. Vivir o morir. No queda otra opción.
Confianza….
Fui el mejor, soy el mejor, seré el mejor.
Impetu...
No hay motor que no haya respondido a mis giros imposibles.
Duda… Eterna.
Acierto, error. Despegar o no. Cortar motor o no. Tantas…
Angustia….Permanente.
Los amigos caídos. Los que quedan.
Dolor…Necesario
y suficiente. Sin él, no valen la pena los
esfuerzos.
Espíritu…de
aventura trepidante. Siempre buscando, siempre.
Sensibilidad…a
flor de piel. Si no sientes, no existes.
Tomó
aire y estiró las piernas sobre la mesa acomodándose
más aún sobre el respaldo de la silla, mientras cruzaba sus manos sobre la delantera de aquella cazadora de vuelo que
tanto le había costado conseguir. No era
un mal balance. Había hecho lo que la vida le había permitido y resulta que le
había permitido lo que él había querido
hacer. Echó en falta una palabra, sólo una, AMOR. “Y de eso, ¿qué?”, se
preguntó. “De eso…muy lleno”
E.Q.B.
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