“Me ha costado
averiguar dónde vivías. Eres demasiado parco en palabras. Mi hermana escribe
esta carta por mi. Espero que gastes este dinero en la búsqueda de tu
felicidad, la misma que me has dado a mí todos estos meses en los que tus
lecturas me hicieron vivir vidas maravillosas; ser náufrago y detective a la
vez, niño pinta vallas o conejo parlanchín”.
Ciertamente, el dinero le iba a ayudar, y mucho, en su viaje. ¿Aún así debía aceptarlo? Él ya había pensado en guardar todos los libros en cajas de cartón y llevarlos al kiosko, donde tantas tardes se había quitado el frío a cambio de una lectura que a él también le apasionaba. Pero no era suficiente. ¿Quién le leería a ella a partir de ahora? Y con todo y con eso, le daba dinero para su viaje.
Se levantó, desenroscó la bombilla con cuidado y la envolvió en su camiseta.
Ciertamente, el dinero le iba a ayudar, y mucho, en su viaje. ¿Aún así debía aceptarlo? Él ya había pensado en guardar todos los libros en cajas de cartón y llevarlos al kiosko, donde tantas tardes se había quitado el frío a cambio de una lectura que a él también le apasionaba. Pero no era suficiente. ¿Quién le leería a ella a partir de ahora? Y con todo y con eso, le daba dinero para su viaje.
Se levantó, desenroscó la bombilla con cuidado y la envolvió en su camiseta.
Esperó a que se
hiciera de mañana.
Se acercó a
ella, le cogió la mano y le
regaló la bombilla.
"No la rompas, volveré pronto".
"No la rompas, volveré pronto".
E.Q.B.
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