martes, 18 de abril de 2017

La Bombilla... (Parte III)

Aquella noche, Roberto no podía pegar ojo. Sentía un desasosiego poco familiar. Pensaba en la escasa cena, en el orden de sus cosas y, por supuesto, en el billete de tren; pero además, esta noche le alteraban los cuatro verdes de cien euros cada uno, sobre los que también tenía apoyada la cabeza. Cuando coincidió en la escalera con la de los cupones de la esquina, le sorprendió su sonrisa y la forma en que le levantó la mano para acariciarle el hombro. Al entrar en su casa, la luz del rellano iluminó el sobre blanco en el suelo. Al abrirlo, encontró el dinero y una carta corta que decía lo siguiente:
“Me ha costado averiguar dónde vivías. Eres demasiado parco en palabras. Mi hermana escribe esta carta por mi. Espero que gastes este dinero en la búsqueda de tu felicidad, la misma que me has dado a mí todos estos meses en los que tus lecturas me hicieron vivir vidas maravillosas; ser náufrago y detective a la vez, niño pinta vallas o conejo parlanchín”.
Ciertamente, el dinero le iba a ayudar, y mucho, en su viaje. ¿Aún así debía aceptarlo? Él ya había pensado en guardar todos los libros en cajas de cartón y llevarlos al kiosko, donde tantas tardes se había quitado el frío a cambio de una lectura que a él también le apasionaba. Pero no era suficiente. ¿Quién le leería a ella a partir de ahora? Y con todo y con eso, le daba dinero para su viaje. 
Se levantó, desenroscó la bombilla con cuidado y la envolvió en su camiseta.
Esperó a que se hiciera de mañana.
Se acercó a ella, le cogió la mano y le  regaló la bombilla.
"No la rompas, volveré pronto".
E.Q.B.

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