Había
salido débil del hospital.
De la
mano libre colgaba la bolsa con las meriendas que todos esos días
había ido camuflando.
Abrió
la puerta y llamó con voz dulce.
Una
legión de gatos acudió a su llamada.
Echó
en falta a dos.
-¡Qué
delgaditos estáis! La próxima vez venís conmigo.
Tosió y de nuevo apareció la sangre. Volvió a toser, esta vez con más fuerza. Se dejó caer y se recostó en el muro.
Ellos, ronroneando, desgarraron la bolsa.
Tosió y de nuevo apareció la sangre. Volvió a toser, esta vez con más fuerza. Se dejó caer y se recostó en el muro.
Ellos, ronroneando, desgarraron la bolsa.
Se le
inclinó la cabeza hacia el pecho. Con el último golpe de tos se le
fue el alma, despacio. Mientras, ellos devoraban deprisa.
E.Q.B.
E.Q.B.
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