miércoles, 12 de abril de 2017

Debilidad...

Subio los diez pisos hasta la azotea, apoyándose en la barandilla y descansando cada dos peldaños.
Había salido débil del hospital.
De la mano libre colgaba la bolsa con las meriendas que todos esos días había ido camuflando.
Abrió la puerta y llamó con voz dulce.
Una legión de gatos acudió a su llamada.
Echó en falta a dos.
-¡Qué delgaditos estáis! La próxima vez venís conmigo.
Tosió y de nuevo apareció la sangre. Volvió a toser, esta vez con más fuerza. Se dejó caer y se recostó en el muro.
Ellos, ronroneando, desgarraron la bolsa.
Se le inclinó la cabeza hacia el pecho. Con el último golpe de tos se le fue el alma, despacio. Mientras, ellos devoraban deprisa.

E.Q.B.


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