jueves, 29 de junio de 2017

A mi amigo Juan, El Gaditano....

E

stando Don Juan asomado
A la ventana de su castillo,
Ve aparecer a un chiquillo
Que va bien disfrazado.
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Don Juan-      ¿Dónde vas, loco arlequín,
Por mi jardín agachado?
Chico-            A cantar cumpleaños feliz
A Don Juan El Gaditano.
¿Sabéis vos quién es
El del nombre comentado?
Don Juan-     Sí lo sé, ¡Oh pardiez!
¿Quién osa preguntallo?
Chico-            No soy yo, es mi ama,
Que se quedó en esa esquina.
Su nombre es Erundina.
¿Os suena la cuita dama?
Don Juan-     ¿Que si me suena? Y me resuena,
Bien conozco a la señora,
Que te desmonta en una hora
Lo que te comiste en la cena.
Chico-            ¡Ah!, pues dice que le cante
Las mañanitas mexicanas.
Ella se queda con las ganas,
Pero se evita el desplante.
Don Juan-     Decidle a vuestra ama
Que no sea tan cuidadosa.
Ya me salí de la cama.
Las mañanitas son otra cosa.
Si desea felicitarme,
La espero con mucho gusto,
Y aunque solo me vea el busto,
Que no dude en halagarme.
Chico-            Salga Usted, mi señora,
Y no repare en los daños,
Que aunque ya no sea hora,
Acepta el cumpleaños.
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Aparece en escena Erundina
Saltando entre la hierba.
No, no se trata de una cierva,
Ni de una hembra equina.
Hasta la ventana llega
Dispuesta al gorgorito,
Mas el gallo sale solito
Y el cumpleaños se la ciega.
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Don Juan-      Dejadlo querida amiga
Que me doy por felicitado.
Cantad si queréis sin cuidado
Debajo de aquella cagiga.
Pues la intención es lo que cuenta,
Y hasta aquí habéis llegado.
Y a un chiquillo habéis usado,
Que disfrazado se presenta.
Dama-            ¡Ay Don Juan, qué alegría!
Tras saltar el reguerillo,
Quise cantar un fandanguillo,
O mejor una bulería.
Pero pensé, ¡qué puñeta!
Pues no se alarga ni ná esta historia,
Que se lo cante “La Antonia”
Ya que es tan coqueta.
Y por eso, querido amigo,
Mandé al chico por delante,
Y si eso, que ya él cante.
Que lo hace sin descuido.
Y acabo la felicitación.
Venga y estreche mi mano,
Amigo Don Juan, El Gaditano.
El año que viene, OTRA CANCION…….

miércoles, 28 de junio de 2017

Añoranzas...

S

Fotografía obtenida de "lamenteesmaravillosa.com" Art. V. Sabater
e cierran los ojos despacito. Se inhala el aire por la nariz y el torax se expande. Una sensación de bienestar, nostalgia y ternura, recorre nuestra espina dorsal. Y ahí estamos, en ese momento mágico de la niñez. A mi me acaba de ocurrir. La colonia del señor que acaba de salir por la puerta de mi oficina, me ha transportado a escenas de mi infancia que me encanta rememorar. Me veo tumbada en la cama, boca abajo, leyendo un cuento que cogí con mi hermana en la Biblioteca Municipal. Mientras, el sol entra por la ventana, y yo paso las páginas y me deleito en chupar un chupa chups riquísimo.
E.Q.B.

jueves, 15 de junio de 2017

A Jugar...

Niños jugando al churro España años 60 (http://irreductible.naukas.com/)
P

or entonces ya había actividades extraescolares. La verdad es que no se distinguían unas de otras, porque todas se llamaban igual: ir a jugar. Solo las diferenciaba el sitio: jugar en el patio, jugar en el parque, en la playa, en el pueblo, en la era….Ir a jugar.

“Mamá, me voy a jugar”.

“No vegas tarde y llévate el bocadillo”

Y ya estaba todo dicho.

El no vengas tarde de mamá ya estaba convenido de antemano; todos sabíamos que significaba antes de la cena. Y el bocadillo era sagrado, porque correr, saltar, montar en bici o nadar, daba hambre.

¡Y la palabra jugar era tan, pero tan mágica! Suponía reunión de “colegas” con ganas de pasarlo bien. La competitividad estaba servida desde el primer momento, pero esa palabra ni se conocía; el yo gano porque tú pierdes significaba otra cosa. Al líder se le respetaba porque era el mejor, y si aparecía otro mejor que el mejor, se le seguía y punto. Había peleas, claro que las había, y enfados a montones, que se curaban al día siguiente con un ¿sales a jugar?

Y “fulanito” miraba a “menganita” y “menganita” a otro “fulanito”,  y ya estaba el lío.

Y así una tarde, y otra, y otra. Y siempre tardes diferentes. Y veranos eternos que se hacían cortísimos, y horas de veinte minutos. ¡Y qué pronto llegaba la hora de la cena! ¡Oh, Dios mío, qué pronto se hacía de noche a las diez y había que meterse en casa!

¡Y cómo año tras año todo ha ido creciendo! También los miedos, las frustraciones, las insatisfacciones.

Y de repente ya no jugamos: entrenamos; ensayamos.

 Y las menganitas y los fulanitos nos miramos a través de pantallas sentados en el sofá cuando las actividades extraescolares nos lo permiten, porque mamá y papá ya nos han recogido de la última extraescolar donde nos dejaron los abuelos.

Todo sigue yendo deprisa pero…  antes, hasta que anochecía, nosotros jugábamos ¿y los padres?, ¿y yo qué sé lo que hacían los padres? Ahora, cuando anochece, estamos hartos de dar vueltas en el coche para aparcar después de las tres extraescolares en las que he tenido que volver a acatar las órdenes que me daba un mayor. Mientras, papá y mamá juran y perjuran que es la última vez que me recogen, y se echan la culpa de lo estresante de nuestra vida.

Y yo sólo quiero jugar, sólo quiero obedecer las reglas del juego, porque para mí, eso es SER LIBRE.