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l atardecer del tercer dia, decidió danzar hacia la luz.
l atardecer del tercer dia, decidió danzar hacia la luz.
Se abrió paso aprisa, y en medio del miedo que lo atenazaba, de dos zancadas alcanzó al zagal.
Lo arrinconó en un rincón de aquel reservado, y desenvainado su daga con la zurda, -la llaga de la diestra le escocía aún del último lance-, le asestó un certero pinchazo que le destrozó el corazón.
Mientras el joven se desplomaba, clavando en el cielo plomizo sus ojos azules, nuestro fantasma recitaba :
En la hoja de mi daga
,
va grabada mi verdad.
Quien mi deseo satisfaga
obtendrá mi lealtad.
Pero ¡ay de aquel que de amores
a mi ser le pida las cuentas!
Aquel pagará sus errores,
no una vez si no doscientas.
Yo amo a quien me place,
y con él juego a mi antojo.
Y si permite que le abrace,
que no despierte mi enojo.
Pero ¡ay de aquel que sin miras,
me pida amor exclusivo!.
Aquel que despierte mis iras,
probará mi acero divino.
Muera el amor cierto.
Muera el amor desangrado.
Que mi amor ya fue muerto
por un amor desgraciado.
Miró a ambos lados de sus hombros, comprobando la soledad del instante.
Se embozó la negra capa, y esbozando una violada sonrisa, escondió tras la máscara la maldad de su alma.
E.Q.B.