Fue una dulce tarde de primavera.
Dulce como tú, mi vida.
Dulce como todos estos años
Que has sido mi compañera,
Amada mía.
En un momento nos fundimos,
Y solos tú y yo, solos, nos dijimos:
PARA SIEMPRE.
Suspiraste, lo recuerdo, yo aún suspiro,
Y es un regalo ese recuerdo en mi mente.
Y las lágrimas me brotan, mas no las rechazo,
Porque son de pasión, son de alegría.
También lloré aquella tarde,
Y de amor aún lloro,
Amada mía.
Y lloro por el tiempo vivido,
Que junto a ti fue un mar en calma,
Horas ya pasadas y sin retorno,
Que llenaron de posos dulces mi alma.
Ven y dame un beso de amor eterno,
Y que tu boca roce mi frente.
Que sienta el licor de tus labios
Empapando mi corazón ardiente.
¡Oh, cuánto te quiero, y cuánto te quise!
Ni un gramo de amor dejé que se perdiera.
En estos cincuenta años,
Amada mía,
Cada tarde ha sido de primavera.
E.Q.B.